La
biomasa es materia orgánica como resultado de un
proceso biológico y que se puede utilizar como
fuente de energía, es decir, como combustible para
obtener energía térmica: cualquier sustancia
orgánica de origen vegetal o animal, incluyendo
los materiales que resultan de su transformación
natural o artificial.
Ventajas
La
biomasa está recogida por el RITE en su ámbito
de aplicación en el sentido que las instalaciones
que utilizan este combustible quedan amparadas por el
nuevo Reglamento de Instalaciones Térmicas en Edificios,
tanto de nueva construcción como existentes.
Las
razones que aconsejan la utilización de novedosos
sistemas de generación de calor para calefacción
y agua caliente sanitaria con biomasa son:
- reducidas emisiones de CO2 a la atmósfera
de dichas instalaciones, no contribuye al efecto invernadero
y tiene balance neutro de CO2.
- precio de menor valor y más
estable comparado con otros combustibles. Inversión
inicial superior frente a instalaciones de combustibles
convencionales.
-
operación y mantenimiento sencillo
puesto que son sistemas automáticos con control
electrónico.
-
alta resistencia al desgaste por parte de calderas que
utilizan biomasa, larga vida útil y rendimiento
energético entre un 75-90% según el equipo.
Aplicaciones
y tipos
Las
aplicaciones más comunes de las instalaciones que
utilizan biomasa como combustible consiste en la generación
de calor y de agua caliente sanitaria, aunque
tienen otras aplicaciones como electricidad y climatización
(frío/calor).
Los
medios disponibles en cuanto a instalaciones térmicas
que utilicen la biomasa como combustible son:
- estufas de pellets o leña. Calientan
una estancia y además, también se integran
en la arquitectura como elementos decorativos.
- calderas de baja potencia para viviendas
unifamiliares o construcciones de pequeño tamaño.
- calderas para edificio de viviendas, es decir, calderas
centralizadas.
-
centrales térmicas que suministran calor a varios
edificios, o bien a instalaciones tipo district heating
o a grupos de viviendas.
En
cuanto a tipos de biomasa, una clasificación que
podemos hacer según el origen y las características
del recurso es:
• Biomasa natural: es aquella que se genera
de forma espontánea en la naturaleza sin la intervención
del ser humano. Un ejemplo claro son las ramas de árboles
de los bosques caídas por acción del clima,
de su proceso biológico, hojas del suelo, etc.
Este tipo de biomasa necesita un sistema de gestión
para su recogida y transporte a la planta. Junto con la
baja producción hace que no sea rentable económicamente.
• Biomasa residual seca: aquí se incluyen
todos subproductos de las actividades agrarias (podas
de olivo, vid y frutales en general), forestales (restos
de limpieza de bosques) y de las industrias agroalimentarias
(cáscara de almendra, orujillo de la extracción
del aceite de oliva) y de transformación de la
madera (residuos de aserraderos como el serrín
y las virutas de madera, residuos de fábricas de
muebles, etc.).
• Biomasa residual húmeda: son residuos
con un alto contenido en humedad entre los que se encuentran
las aguas residuales urbanas e industriales y los residuos
ganaderos (purines o deyecciones de los animales).
•Cultivos energéticos: son aquellas
especies que son cultivadas con el único fin de
producir biomasa para su uso como combustible tanto sólido
como para biocarburantes. El objetivo es conseguir la
máxima cantidad de energía en la cosecha.
Podemos destacar algunas especies: el cardo (Cynara cardunculus),
sorgo (Sorghum bicolor), el chopo, eucalipto, etc. Dentro
de los cultivos energéticos encontramos especies
herbáceas o especies leñosas (árboles).
• Residuos sólidos urbanos: dentro
de este grupo solo podemos tener en cuenta los residuos
orgánicos, previamente separados en una planta
de gestión de residuos, para evitar así
la inclusión de plásticos, metales, vidrio,
etc., no aprovechables dentro de este ámbito.